Gastón Fernández III. Litterae, philosophia, ars, fabula et scientia. Instagram: @gastfern Twitter: @Gaston_III Cualquier imagen, video, o demás publicación, en parte o completa, que sea de su propiedad intelectual o de uso, o que crea que infringe alguna ley, y quiera que lo quite: por favor, hágamelo saber. Any image, video, or other publication, in part or complete, that is of your intelectual property or use, or that you believe to violate any law, and want me to remove it: please let me know.
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Hey I love your blog! =)
Hey, thank you, that makes me glad 😊
The people all you've spoken to have in your mind combined an intaglio of state semantic statement agrammatic merge in audio vigil visual sigil olio.
Moving on solid silence breathing preternatural light, an outward shine dances on the eye I am.
Meeting her was a heart consuming experience… I used a spoon.
Gastón R. Fernandez G.
In front of the mirror you throw water on your face, look up and a giant floating eye slowly opens behind you. You can't move. Sharp pointy teeth form a grin below it. You stop breathing while it laughs.
A solid goo of tissue starts to exit your nose. You exhale forcefully and your brain comes out of the nostrils.
You wake up with cold sweat.
Why was I a creature with two eyes and four limbs, and why was I looking from behind?
Gastón R. Fernández G.
"No habría hecho esta (carta) tan larga, pero no he tenido el tiempo de hacerla más corta."
("Je n'ai fait celle-ci plus longue que parce que je n'ai pas eu le loisir de la faire plus courte").
Blaise Pascal.
Cartas Provinciales: Carta XVI, 1657.
La estatua, hecha por Augustin Pajou en 1785, se encuentra en el museo del Louvre.
Anglo-Saxon Riddles of the Exeter Book. This riddle appears on folios 125r-125v of The Exeter Book.
Gastón R. Fernández G.
Someto a la aprobación de la sociedad virtual internauta esta técnica con una historia de 200 palabras que he llamado provisionalmente:
Cálido carmesí manantío oscureciéndose coagulante con el viento en las nasales comisuras respiradoras de su díscolo dueño que avizora el cielo recostado en un incómodo y grande parche de duro pastizal donde azarosos nutrientes del valle se delegaron hasta hacer que casi doble la altura media de sus hermanas vegetales en el campo escarchado en que la lluvia ligera que llena al apreciado pozo profundo y se une al fluvial de veranos perecederos en arroyada intersecular da paso a copos de nieve que se posan en formas diferentes por la abrumadora suerte de no acercarse al chimenezco humo de pino combustible para fundirse en gotas pasajeras precipitadas hacia los techos fusteros de hogares modestos y amplios salones petropilastrados de entabladas superficies deslizándose hasta el suelo decadente de las calles entre el asentamiento abrazado por cordilleras boscosas repletas de espíritus de difícil apaciguamiento y bestias malhumoradas que ahuyentan a los más temerarios de sus despreciados cohabitantes humanos conflictivos infectados de vileza ejercitada en actos como aquel ambicioso reto enemistado contra el rey entre un círculo de gente hasta llegar al momento en que la vena perforada en cartílago roto por un nudillo extraño y un hueso propio cierra dejando de liberarlo.
A). El nombre de una persona es un código sin significado, designación temporal aleatoria dada por las circunstancias vinculadas a las personas que lo decidieron cuando llegaron, o a lo que deciden los que se ponen un nombre nuevo.
B). Es mucho más, lo es todo, es el núcleo de nuestra existencia, el punto de partida de una programación de la identidad individual que está presente de manera continua.
C). Un poco de eso y un poco de aquello.
D). La persona le da sentido al nombre.
E) Nuestro verdadero nombre está oculto y nos representa completamente.
F). Todas las anteriores.
G) Otra (especificar qué).
No sé por qué siento que el fin del mundo será un sábado, al menos creo que iniciará un día de esos en que se empieza uno a relajar un poco y a sentirse más tranquilo con la estupidez ajena; mi cuerpo ya se lo habrán comido los gusanos y lo habrán cagado dándole más vida a sus larvas o a algunas florecillas o arbustos o cactus o a un árbol que probablemente para entonces ya habrá muerto igualmente y reuniéndose, como hacen con normalidad: usualmente sin malignidad, con el resto de la vida orgánica, un ciclo se completará una vez más; y mis libros, que habrán de ser leídos por muchos ojos, ya habrían de haber sido ese día lo que hubieron habido ser muchos otros en sus fases periódicas de destrucción cinematográfica y olvido público. Aunque, quizás; y en esta opción mi esperanza, enfatizo, recae; tal vez, porque es más posible que las otras, esto, sin explicar ahora, lo insistiré si es necesario; habrá de estar mi obra siendo leída en muchas partes: originales, traducciones y versiones condensadas para normales y los que aprenden a leer en cualquier idioma y ese tipo de cosas que, aunque buenas por su interés, parecen malas a algunos autores; a mí, espero y objeto, ni vivo ni muerto me molestará mucho. Veré sin mi cuerpo a esos individuos con excelsos gustos por la literatura que estén disfrutando mis letras por enésima y última vez en la tierra, además de los que debatan mis obras filosóficas; le habré de proponer a los espíritus de los grandes que me antecedieron y siguieron que hagamos una gran fiesta con sus muchos más lectores y los míos, una vez calmado el alboroto cuando todo acabe, en un lugar neutro para dialogar con los que estarán invariablemente recónditos en el figurativo abajo.
Estornudé un par de veces y mis dedos escribieron esto en automático; en cada estornudo se escribieron muchas palabras y cuando vi la pantalla ya estaba hecho. Al parecer, a mi memoria muscular y algún lugar de mi cerebro les salió un par de estilos, hechos con la facilidad de usar los signos de puntuación después de hacer una prosa de cientos de palabras sin usar ninguno.
La comedia humorística es ilógica como emoción y como fuera del lenguaje o la razón, aunque puede estar unida a casi cualquier elemento: puede provenir de un chiste dicho o de una situación actuada, también puede ser que algo gracioso no pueda separarse de un conjunto de palabras o de una circunstancia específica o que sólo sea gracioso para un individuo; pero su sentido y referencia es, inherentemente, no lógico: para ir más lejos y ser más audaz, lo que causa risa en un chiste lógico es ilógico; una reacción, ya biológica, ya fabricada, ya aprendida, a la equivocación o error, a la ironía, a lo inverosímil o a algo favorable del ambiente. Es decir, lo que causa risa está en su propio mundo, pero usa lo demás para existir cuando le conviene o le es propicio.
En su lecho de muerte, el emperador romano Publio Elio Adriano (76-138 d. C.), anunciado oficialmente entonces como: Imperator Caesar Divi Traiani filius Traianus Hadrianus Augustus, escribió un poema:
Animula, vagula, blandula
Hospes comesque corporis
Quae nunc abibis in loca
Pallidula, rigida, nudula,
Nec, ut soles, dabis iocos...
Popular, se ha traducido mucho, pero solo he encontrado formas explicativas que muestran lo que las palabras quieren decir sin transmitir el canto, y algunas más fieles, pero sin mucha métrica. Así que comparto el intento mío de verterlo dejando, más o menos, el ritmo del poema:
Oh, ánima, vagabunda, blanda,
huésped amiga del cuerpo,
¿dónde habrás de ir ahora
tan pálida, rígida, desnuda,
sin jugar como solías...?
Viajó a casi todas las provincias de su imperio prodigando fiestas a su paso con las distintas culturas y gentes, por inaugurar varios tipos de construcciones, ciudades, obras arquitectónicas y de ingeniería; también celebró muchos juegos de circo y representaciones en los teatros, de hecho, pasó más de 12 de sus 21 años de reinado fuera de Roma. Mucho de ese tiempo fue jugar y aprender, pero no todo: también fue severo, otro tanto del tiempo fue melancólico, etc., era muy voluble. Cuando dice que ya no va a darse a los juegos, se refiere sí a la vida misma, pero también específicamente a lo que vivió. Los juegos de su alma eran su propia pasión por festejar que disfrutó y teme no volver a experimentar. La correlación de jugar con vivir es lo suficientemente simple como para hacer innecesario su intercambio y debilita la traducción poética (tal vez no una explicativa, que intenta mostrar lo que las palabras querían decir y no lo que quiso transmitir el poeta); pues al ser poema, se espera que el lector lo piense, lo sienta y lo vuelva interno.
Hago otra versión más libre en su arreglo para, además, tomar en cuenta una posible interpretación de sus palabras —se pueden cambiar los adjetivos pallidula, rigida y nudula al sustantivo loca, hacia dónde podría dirigirse su animula, en vez de calificar a ésta. Además, añado que, aunque los romanos solían usar mucho diminutivos sin denotar pequeñez, para intensificar o llamar la atención, en especial en poesía, probablemente sonaron algo menos cariñosos a como nos suenan desde el español (tal vez poquito).
Pequeña alma, viajera y delicada,
del cuerpo alojada compañera,
¿a qué lugares irás afuera,
sombríos y ásperos, desabrigada,
sin ya darte a los juegos siquiera?
Gastón R. Fernández G.
Imagen: Áureo (117-138).
Invisible lámpara del mundo que se alumbra mientras flota en tinieblas y deslumbra al descansar párpados y piernas. Escuchar le ciega, ver le ensordece. El adiós lo vuelve perpetuo y el hola, caduco. Es lo que debería ser: ilusiones que emanan de la miseria y se elevan por encima en la abundancia; sentimientos que se amortiguan entre sí. Se vuelve irónico en la ironía y por la vanidad; racional en la razón y por la locura. Es solo entre semejantes y por los otros; noble en lo ideal y por su voluntad; bestia en lo bestial y por la agonía.
Gastón R. Fernández G.
Por su energía que lo alimenta, el viento descansa sobre sí, sólido, resistente.
Conoce mal la noche.
Sabemos que engaña.
Sube por lo favorito sin lo elemental.
Está en mala forma. Se ahoga mientras especula sus lecturas. Se atraganta con preguntas fofas. Se tutea con lo aparente y le deja su tutela. Le enseña su mano queriendo ofrecer lo puro, pero no nota que tiene carbón y ceniza, y el silbante viento le deja sin nada que le ayude a saber que existe.
Busca la vía que mantenga animado el cuerpo.
De su mundo muerto, la pesadilla cuida que esté despierto.
Se vuelve paranoico, atrapado entre placas de titanio indestructibles, irradiando ansias e incapaz de ver los lados.
De ahí el temor, la ira, la pesadilla, el delirio, la inutilidad.
No puede quedarse dormido: he ahí su debilidad.
Rompe el lucero nocturno y el crepúsculo del día.
Decía que los sentía, pero no sabía que los decía mal.
Así conoce: sorteando la verdad.
Por solo pensar de noche sin conocerla en realidad.
Se asfixia y enemista con su muerte.
Le sofoca la destreza que cree tener a oscuras,
pues solo ve certeza en las tinieblas taciturnas,
donde vive y se entrega a su suerte
con negligente fortaleza que aparenta.
Entre las risas y el regocijo de su fábula fue quedando solo, y por su afán de divertirse se hizo uno con la nada.
No con calma, no con harta.
No se cansa, no se aguada.
Se queda pobre en su fantasía.
Roba caras, roces y nalgas.
Toma tantas voces e infamia.
Por dentro grita, envejece y calla.
Suma de afectos,
suma de alcoholes,
destilo de derroche y despilfarro.
El límite lo tuerce y se retuerce abandonado.
Pasa helado por favores del demonio noche,
al que parece con un roce, el alma haber donado.
No recibe nada a cambio, y en la mirada cabizbajo, fuere lo que fuere, con el sol se inmoviliza.
Tira de colores,
de sabores y de miedos por montones,
objetos que encuentra en su camino,
del gatillo que aniquila los sueños y el destino.
Dime tus momentos de maldad que yo invado con los míos.
Alimento reptiles y los hago mineral, con lo demás, fríos.
Gran sombra, terminas con el resplandor que suspira el alba,
te alimentas del alma y tu espíritu es desconocido.
Callas mientras te consumen.
Eres juez y verdugo de lo que sucede en el día.
Gastón R. Fernández G.
“Cambia el rumbo”
Ermitaño y Mercader siguieron una voz reverberando en un viaje de descubrimiento. Ermitaño dejó su hogar hacia la civilización; Mercader llevó lo básico a las montañas. Cruzaron caminos diferentes. Mermitaño tomó la cabaña abandonada; Ercader hizo renombre comerciando en la ciudad. La voz, habiendo regresado, los llevó a un sendero más donde vieron al otro en un charco sin distinguirse.
"Change your course"
Hermit and Merchant followed a voice reverberating on a journey of discovery. Hermit left home towards civilization; Merchant brought the essentials to the mountains. They crossed different paths. Mermit took the abandoned cabin; Herchant became ronowned trading in the city. The voice, back, led them down another route where they saw each other in a puddle without telling themselves apart.
Gastón R. Fernández G.
“Dijeron que solamente iban a hablar, que no lo lastimarían”, lloraba la chica del mensaje.
“Me vendiste”…
Ya sin fuerza, dejé caer el martillo ensangrentado. No debí confiar en tener todo bajo control. La noche anterior, salí de juerga a trabajar un poco; se vende muy bien en los antros y si tienes cuidado, trabajo y placer se pueden juntar sin problemas. Esperaba a una muchacha que me había comprado un poco cada semana desde hacía alrededor de tres meses; además de, ocasionalmente, terminar en mi casa. A la 1:00, me envió un mensaje con la información de una fiesta en busca de ampliar su horizonte recreativo. Prácticamente había vendido todo, pero la dirección estaba en zona de ricos y el dinero nunca está de más. Fui a mi apartamento a abastecerme, no sin antes alejar a algunos mendigos desequilibrados con pinta de normales que de vez en cuando se acercan. Hacia la 1:35, llegaba a la casa. Había mucha gente: algunos conocidos de situaciones similares, varios rostros de influencia, mucha pasta. Me recibieron expectantes encabezados por la hermosa joven dándome un fajo abultado de billetes. Le pasé varias bolsitas llenas para repartir. Después de un buen lapso en aquella reunión llena de deleites, me ofreció un poco por enésima vez, más sugerente. Debí rechazar; llevaba no más que unas cuantas cervezas y es mejor seguir siendo profesional pero, desde su boca, la relajación se volvía necesaria.
“¡Venga acá!”, respondí. Por un largo rato, psicoactivos se mezclaron con los sentidos hasta perderse en agasajes impulsados. Parpadeé y al abrir los ojos, la gente se iba. Los restantes me atacaron y sentaron a la mesa. Entendí lo fundamental entre lo que decían:
“Te nos escapaste por mucho tiempo… Desde ahora únicamente nosotros vendemos… Nos vas a decir quién te lo proporciona... El barrio manda… Te cargo la mierda…, etc.”. Reí y me golpearon con un arma mientras se disponían a quebrar mis dedos con un martillo.
“¡Está bien! Les digo. Ya basta. Les digo”…
“Me obligaron a hacerlo. Perdóname”.
“Sáquenla de aquí”, dijo el del martillo golpeándolo en la mesa. Gracias a su distracción, se lo arrebaté y, justo antes de romper su mano, le di con fuerza en la cabeza a quien me detenía por los hombros. Me descubrí disfrutando de la borrosa escena en que eliminaba cualquier cosa amenazante. Destellos de nitidez llegaron cuando salpicó mi rostro la sangre de una obra de arte que alguien no tan fuera de sí, probablemente, nada más podría ver como una pulpa de carne; hasta que un estruendo me trajo con dolor a la claridad completa. Mi agridulce perdición temblaba desde una esquina con el barril humeante de la pistola señalándome el estómago. Me acerqué unos pasos hacia ella y, con ojos desorbitados de miedo y frustración, disparó dos veces más. Cuando pronunció sus últimas palabras: “Sólo tenías que cooperar”; le lancé el martillo, lo desencajé de su bella frente, besé su cerebro y salí por la puerta principal.
El sol se asomaba iluminando el rocío en las hojas de pasto del pequeño jardín. Las aves no gorjeaban cerca, pero ante los insectos capataces que señalaban el inicio de jornada a los trabajadores que se despedían de sus diminutas pero numerosas familias; elefantes sonrosados y dragones extravagantes, al bailar en lugar de pelear, terminaron en canto alternante de rojo y azul.
“Qué bella mañana”, pensé al sentarme desangrándome en el pórtico.
Gastón R. Fernández G.
Incertidumbre ha habido a su alrededor durante gran parte de nuestro andar, aunque es ejemplo de estabilidad incuestionable. Se distingue su belleza entre sospecha y preocupación que surge sutilmente lúcida a sus múltiples visiones hasta encontrarnos viendo la sabiduría delirante de la naturaleza en ella. Huele el día y busca hibernar en su mente; su pálido resplandor solo se aprecia con magnitud adecuada en la negrura. Sabia y contradictoria ave de pedernal, el reflejo del día le deja salir ante los sentidos. Su finura discreta radica en aprovechar con destreza algo sin tacto ni cautela. Por eso le recuerdo, por su equilibrio en la moderación aguda, no por la firmeza que se advierte con facilidad. La vieja dama de cristal que excita al hombre clandestino entra en las mentes acrecentando la imaginación. Marca su huella en los solitarios emocionados y en los que le miran con pereza, dando confianza o tranquilizando con su propia quietud.
Un susurro de las sombras pide los secretos. Parece de ambos: nos y aquél destello de granito. Pero ese espectro diamantino ya conoce los silencios escondidos con el día y la noche que dormitan con el mundo en el lodo y lo despabilan sin desesperación; es el espejo opaco que los mira sin dueño. Tira de cuerdas que le mantienen como una medida del tiempo que hipnotiza en su mutable beldad. Aprovecha lo que conoce como la lluvia o el fango, tragando el viento en cortas bocanadas intrusas e intentando hacerlo con momentos sin ser descubierta. Nos hace recordarnos, repletos de bondades y maldades que crecen, decrecen, vienen y van; como ella, moviendo con su robustez las abundantes faldas acuosas de la gran madre de hijos sinnúmero.
Gastón R. Fernández G.